Miedo. Dicen de él, un intenso sentimiento habitualmente
desagradable derivado de un riesgo, un peligro ya sea pasado, presente o
futuro; ya sea real o supuesto. Su forma de expresión es el terror. Admito, que
tenía miedo, y que aun me invade cierta dosis de esa sensación. Sonara redundante
pero es así, el miedo asusta; os aseguro que acojona, pero tan solo al
principio, después llega un momento en que sin saber como ni porque aprendes a
convivir con el, aceptas el vacío del pecho, las alteraciones repentinas de tu
pulso, la angustia visceral, el sudor frio en tu frente, y continuas, hacia
delante, cabeza alta, espalda recta, despacito pero con mala letra.
¿Qué a que tengo miedo? A todo lo que vosotros teméis hipócritas.
A los obstáculos, las altas caídas, a lo bueno, a lo malo y a lo aun peor por
conocer, al futuro, a la soledad, a la incoherencia, a la inmoralidad, a olvidar, a
perder… ¿A tanto temo? Si, y no tengo miedo a reconocerlo.
Camina hacia delante,
camino a lo incierto.
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