Siempre me había imaginado así. Envuelta entre el humo de los cigarros y el ruido de las hojas al pasar. Hundida, acurrucada en mi misma en el sillón de la esquina, en el vértice de mi mundo. Pensando, sin pensar. Acostumbrada a decir bien cuando todo va mal. Envuelta en el olor a café de la habitación. Atada al miedo y la ansiedad. Mirándote. Escuchándote. Enamorada del susurro que se colaba entre mi pelo.
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